martes, 19 de marzo de 2024

Leyendas Argentinas

 

Leyenda  del  piquillín
 
Cuenta la leyenda que en un lejano paraje de la Patagonia vivía un viejo indio tehuelche, criancero por toda la vida de chivos y ovejas, buen hacedor de lazos y sogas con tiento de cuero crudo...
 Que, reclinado en su asiento de blancos huesos trabados, sujetados por ese mismo tiento, miraba pasar la vida día tras día...
 Que, a pesar de su centenaria existencia, conservaba aún la fuerza de sus años de juventud, lo que le permitía carnear, hachar leña, lidiar con algún bicho maligno que se acercaba por el lugar y agasajar con un buen asado al viajero que muy de tanto en tanto pasaba por su rancho...
 Que una tarde su rostro, surcado por mil arrugas, comenzó lentamente a empalidecer, mientras su cuerpo encorvado caía poco a poco hacia adelante, como pidiéndole permiso a la tierra para posarse sobre ella.
 Que al caer su cuerpo sobre el cuchillo de trabajo, dicen que se hizo un corte en un brazo, y que la sangre que manaba se fue internando en el monte de jarillas y chañares  que rodeaban el rancho...
Que al  poco tiempo nació en ese lugar bañado por la sangre del anciano, una planta vigorosa, fuerte, curtida contra el frío y el viento patagónicos. Que esa planta es la que hoy se conoce con el nombre de "piquillín".
 Que su fruto, rojo como esa sangre y dulce como la ingenua filosofía del indio, sirvió de alimento a los arrieros y viajantes que recorrían la meseta, mientras que sus leños les proveían de hospitalaria calidez...
 

Fuente :Folclore, solo folclore.


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