El nacimiento del vino
Como
un toro frutal, el mosto herido,
se
revuelca en las cubas resollando,
y
entre canciones sórdidas va ahogando
en
soledad su cálido balido.
Toda
su sangre le dará al olvido
que
se come los ojos en el llanto,
y
por baguales libre ya en el canto,
arderá
su color amanecido.
Entre
esa luz, ultrafloral morada,
a
la sombra carnal y enamorada
que
lo íntimo visita en la madera,
terrestre
habita el vino y su locura,
que
en los huesos detiene la dulzura
y
el sueño vivo de la Primavera.
I
Viene
un color de vena desolada
nombrándote
crepúsculo entre flores,
y
tocas el amor con resplandores
de
sangre y fruta azul martirizada.
Como
un monstruo inocente la mirada
te
duele tan honda. En los albores,
de
tu cuerpo crisol, hay ulteriores
reflejos
de alarido y puñalada.
Entre
la piel del alma te me pegas
como
la sombra de un abuelo triste
que
en mí vengara su tristeza,
y
desde el pozo de tu vida ciega,
un
toro antiguo de jazmín embiste
mi
corazón sin tiempo ni cabeza.
II
¡Clava
en mi carne luminosa garra!
¡Hunde
en mi pecho tu afilada chuza!
Que
yo sé que tu luz en mí se aguza
desangrando
mi voz por la guitarra.
De
la raíz y el sueño de la parra
en
que el agua del sol se desmenuza,
¡sube
conmigo, por mis venas cruza
a
la luz que hace canto la cigarra!
¡Ven
a morir entre mis huesos tristes,
siéntate
al lado de mi sangre, hermano,
donde
la luna corre como un río!
¡Llévame
por los árboles que vistes
de
un sudario de llanto y de la mano,
enséñame
a morir, hermano mío!
III
Herido
por un tejo de amapola,
por
un gusto de fruta amortajado,
resume
tierra y mira enamorado
el
ojo cíclope de tu corola.
El
hombre dentro de tu vida inmola
un
grito de color desesperado,
un
toro en niño y dios transfigurado
por
la inocencia de tu muerte sola.
Del
agujero en que tu ser consiste,
donde
la noche universal reposa,
nace
un balido germinal y duro.
¡Quédate
en mí en la pena que me diste,
ángel
terrestre, en mi dolor reposa,
que
él es eterno como tú eres puro!
IV
En
soledad bebiendo, hacia el más puro amor
alzo
el vaso de vino por la sombra mojado,
y
su ojo impar me mira con un nimbo dorado,
desde
el animal hondo de su ocaso interior.
De
adentro vuelve en zambas creciendo su color
como
de un nostálgioso dolor enamorado,
bebo
su cuerpo y siento como un puñal morado
que
asesina en mi boca la carne de una flor.
Húmedo
como un beso de nocturna madera,
vuelto
casi memoria de los más altos días,
en
íntimo contacto dentro de mis venas canta;
y
mi guitarra siente que es verde su cadera,
enamorada
funde su boca con la mía,
y
por el vino sube la voz a mi garganta.-
Poeta, escritor, cantor, compositor
Salta
(Argentina)
1921 (Salta) – 1981
(Buenos Aires)
Publicó : Rastro seco (poemas); El nombrador (poemas y canciones);Toro viene
el río (relatos); Coplas y canciones o Poemas y canciones );Solalto; Canciones
de Jaime Dávalos; La estrella; Cantos
rodados; Cancionero; Coplas al vino.
Excelente poeta Jaime Dávalos, autor de letras de zambas y canciones que son hermosos poemas.
ResponderBorrar