domingo, 19 de marzo de 2023

Laura Cristinziani.

 


Mariposas
 
A veces regreso a Punilla y es todo distinto, veo cosas que antes no, como el hospital dormido entre los cerros.
En el jolgorio de las vacaciones no miré su imagen alejada de los caminos.
 
Supe que en un tiempo muy lejano venían los enfermos que tenían la esperanza de curar sus pulmones, tan sólo respirando el aire de las sierras, o descansando.
Miraban  desde los balcones y ventanales todo el valle que era inmenso y despoblado. Del dolor y el abandono de los enfermos nada supe.
Hoy lo he visto como paisaje de un cuadro, de lejos anunciando su congelada imagen.
Un tío de mi madre solía quedar allí internado durante años, se llamaba Octavio.
 
Eran en  los sesenta, el salía del hospital y se iba a Clucellas con sus hermanos que lo aislaba en una casilla de madera cerca de los galpones del aserradero donde trabajaban.
Allí tosía a su antojo y no molestaba.
 
De una de las salidas del hospital trajo el aprendizaje del tejido.
Hacía mariposas con un hilo muy fino, nunca contó quien le había enseñado, tampoco hablaba demasiado de su vida en el hospital, lo único que dijo fue que tenía miedo de dejar de respirar.
Que miraba el cielo al atardecer donde se veían más estrellas que en ningún otro sitio.
 
Era bonachón  y pálido y nunca se quejaba de nada.
En diciembre nos visitaba casi siempre un domingo, traía consigo su aguja y sus hilos y se sentaba en el patio esperando el almuerzo.
A la hora de la siesta fabricaba mariposas que nunca se posaron en nuestra ropa, por miedo al contagio de una enfermedad que nadie nombraba.
 
Las sobrinas lo recibían con cariño y le guardaban su taza y sus platos envueltos en papel de diario en un rincón de la cómoda hasta el año siguiente que él llegaba.
 
Nos dijeron que no nos acercáramos demasiado, pero un día yo apreté sus manos que eran húmedas y nunca envejecían.
Creo que él entendió, porqué nuestro afecto fue siempre a la distancia.
 
Tenía tres nombres muy largos, ellas le decía Octavio, nosotros tío que era más corto y el nos sonreía.
Debajo de las glicinas en el resplandor del verano con su palidez infinita y sus ojos hundidos, tejía sin mirar su trabajo que ya lo sabía de memoria y era su imagen jamás olvidada: mariposas coloridas apoyadas en el suelo.
El tío desprovisto de toda energía … al año siguiente ya  no regreso y no preguntamos cuando vimos a mi madre con sus hermanas  llorando abrazadas bajo el alero de la galería.
 
Después pusieron su foto en blanco y negro asomado al balcón  del hospital de Punilla, atrás se ven otros pacientes recostados en reposeras.
Nosotros que ya no éramos tan niños entendimos todo y fuimos andar en bicicleta y a buscar mariposas a los baldíos.

Escritora.
Santa Fé (Argentina).
Publícó:  La vida era esto (cuentos)

  


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